Francia, teletrabajo y vuelta al campo, oportunidades y problemas

Los medios de comunicación de Francia no dejan de hablar de las posibilidades del teletrabajo. Al mismo tiempo, los precios de las viviendas con jardín y de las casas en muchas zonas rurales no dejan de aumentar. El ejemplo de Francia muestra como la Pandemia del Covid ha sido el impulsor de muchos procesos que ya se encontraban larvados en las sociedades europeas y en el resto del planeta.
Antes de la crisis mundial existían tendencias que incitaban a muchas personas a dejar las grandes ciudades. Gracias a las posibilidades del teletrabajo y de la nueva economía digital, muchos profesionales empezaban a buscar lugares con mayor calidad de vida y un mayor contacto con la naturaleza. Los altos precios y el aumento de la tensión social en muchas ciudades provocaban que las metrópolis perdieran buena parte de su atractivo. En marzo de 2020, la pandemia del COVID y los problemas derivados del confinamiento en las grandes metrópolis, fueron el detonante de un movimiento que está llevando a muchos profesionales y emprendedores hacia otros horizontes.
Las ciudades medias y pequeñas, se postulan como nuevo lugar de residencia. Los ámbitos rurales ofrecen, en muchos países, mayor calidad de vida, mejor acceso a muchos servidos, mayor contacto con la naturaleza y lazos sociales más fuertes. Otra ventaja, menos distancia y tiempo en los desplazamientos, tráfico entre colegios, tiendas, etc. A la reducción del estrés se suma otro aspecto que no debe dejarse de lado es el ahorro económico, sobre todo, en el precio de la vivienda, ya sea en alquileres o propiedad.
Teletrabajo y movimiento hacía el campo de los profesionales digitales.

El trabajo digital ha hecho posible que las ideas o los sueños se conviertan en realidad. La crisis del COVID y posterior confinamiento en las áreas más pobladas han terminado por decidir a muchos emprendedores, jóvenes y maduros. Como se sabe, las condiciones de vida y el propio confinamiento fueron mucho más leves y soportables en pequeños pueblos o zonas rurales. La menor densidad de población y la posibilidad para distanciarse facilitaron que la vida fuera más fácil en países, por ejemplo en zonas rurales de España o en Finlandia.
En Francia que es el objeto de este artículo, el confinamiento en los domicilios no ha existido de facto en los pueblos pequeños. La gente ha hecho la misma vida, ciertamente no muy animada, que se hace habitualmente, pero era posible salir a la calle, al campo, hacer deporte. En esos pueblos se ha podido pasear entre la naturaleza, desplazarse por montes y playas, siempre guardando las distancias. En cambio en París, Lyon, Burdeos o Lille, la situación ha sido mucho más complicada y la tensión social mucho mayor. Hoy Francia ve como una parte de su élite económica y, especialmente, muchos jóvenes emprendedores cambian las ciudades por pueblos más pequeños, donde establecerse con sus familias y realizar su actividad económica.
El caso francés
Durante todo 2021, los periódicos franceses comentan al unísono las mismas noticias, la enorme actividad inmobiliaria de este año. El mercado inmobiliario, que llevaba varios años en crisis, en parte por la pequeña cantidad de viviendas nuevas que se construían, ha visto como en 2021 se ha reactivado de forma acelerada.
Y todo, en un año donde la pandemia ha seguido siendo el problema numero uno, con el país y la Unión europea confinados, con los movimientos de población muy restringidos durante el invierno. La demanda ha sido enorme, especialmente para las viviendas unifamiliares y con jardín, haciendo que los precios aumentasen ante la escasez casi absoluta de esos bienes.
Cambio de aires en Francia, de las ciudades a los pueblos.

En Francia el proceso existía, pero ha cambiado completamente en lo que se refiere a los protagonistas. En las últimas décadas eran los jubilados los que abandonaban las grandes urbes para instalarse en la costa mediterránea o atlántica (Normandia, Charente Maritime, Garonne). Ahora, esa tendencia que se ha acelerado, se acompaña de jóvenes y personas en edad laboral.
Entre los factores positivos encontramos la facilidad de movimientos entre las grandes ciudades. Los transportes ferroviarios son de gran calidad en Francia, haciendo que el factor diferencial sea el tiempo que se tarda en llagar a la ciudad, no la distancia. Así, las conexiones TGV de Alta Velocidad permiten llegar al centro de París, Lyon, Lille o Marsella muchas veces en menos tiempo que viviendo a las afueras de esas mismas ciudades. Departamentos mediterráneos de Provenza como el Gard (Nimes), el Herault (Montpellier o la Vaucluse (Avignon) se encuentra a unas tres horas de tren de la capital Francesa, a más de 800 km de distancia.
Un segundo factor, vinculado a la Pandemia es el crecimiento del teletrabajo, que fue masivo en los sectores digitales. Este aspecto se complementa con la idealización de los alojamientos con jardín y la vida en la costa.
Finalmente hay que añadir un aspecto demográfico y económico muy importante. Las ciudades no pueden absorber toda la mano de obra especializada que sale de las universidades cada año. Las grandes ciudades de Francia, con París a la cabeza, peor también Lyon, Marsella, Lille, Burdeos, Rennes, Montpellier, Toulouse y Nantes forman cada años decenas de miles de profesionales que no consiguen trabajo en esas mismas ciudades. En cambio, las ciudades medias y las zonas rurales necesitan cada año miles y miles de profesionales, tanto de la nueva economía digital como de todo tipo de trabajo y oficio. Ese problema es una gran oportunidad para que Francia, y el resto de Europa, puedan reequilibrar el territorio.
Oportunidades y problemas.

Un desarrollo más equilibrado entre grandes ciudades y espacios rurales parece posible. Sin embargo, es determinante planificar con cuidado y acompañar estos procesos para evitar que una potencialidad se convierta en un problema.
Los ámbitos rurales acogen con los brazos abiertos a todos estos profesionales, tanto a carpinteros, albañiles, electricistas y fontaneros como a profesionales digitales y emprendedores. No obstante, hay varios problemas no resueltos que frenan ese proceso. Como no nos hemos cansado de repetir, las autoridades municipales y regionales siempre afirman que están trabajando en ese proceso, pero finalmente sólo trata de promesas no concretadas. No existen políticas activas para hacer posible la instalación de profesionales digitales o no en muchos de estos lugares.
En Francia, muchas zonas rurales o de segunda residencia como la fachada atlántica (desde le Pays Basque hasta Normandia) y el Mediterráneo (desde los Pirineos hasta Córcega), necesitan mano de obra y emprendedores digitales. Sin embargo, en estas muchas de esas zonas es complicado encontrar un alojamiento a un precio adecuado.
En las zonas de interior, más accesibles para el alojamiento, el problema es lo que en Francia se denomina dessert des services o desert medical y en España se llamaría España vaciada: la ausencia de muchos servicios públicos como colegios, médicos, especialistas, etc… A esto hay que añadir la completa ausencia de planes globales que tengan en cuenta tanto las necesidades de los habitantes locales (muchas veces una población envejecida), como la de los recién llegados, generalmente población activa y joven.
Por el momento en Francia, como en el resto de países europeos, no existen los instrumentos para medir la amplitud del proceso. Tampoco es posible saber si existirá un movimiento de reflujo que haga regresar a muchos de estos urbanitas de vuelta a la ciudad. Muchos expertos hablan de 2025, cuando se realice el nuevo censo, como una fecha clave para poder comprender y analizar el proceso.
Algunos de los investigadores piensan que los cambios serán más tenue y que, en lugar de un desplazamiento definitivo, muchas de esas personas tendrán una residencia doble. Mantendrían una vivienda en la ciudad y otra en el campo, para teletrabajar periódicamente y residir en ella en caso de nuevos confinamientos. Si esa tendencia se confirmase, no haría sino agrandar los problemas sociales ya que sólo un aparte de la sociedad podría optar al teletrabajo y soportar el coste económico de dos viviendas. La pauperización de aquellos que no pueden salir de la ciudad, ni optar a mejores trabajos, confirmaría el proceso de gentrificación ya observado en ciertos barrios de las grandes urbes. Al mismo tiempo restaría uno de los aspectos más importantes de la Atractividad Digital, no habría instalación permanente con sus empresas, impuestos y consumo de estos profesionales digitales.
La necesidad de planes globales de desarrollo urbano y regional.

Las oportunidades pueden convertirse en pesadillas sino se anticipan los efectos perversos de tendencias, en principio, muy positivas. Los planes de desarrollo rural y urbano necesitan una visión global, a escala nacional y europea. Aprovechar el deseo de muchas personas que quieren volver al campo. puede mejorar las condiciones de vida de muchas provincias que se han despoblado dede hace décadas. Un equilibrio territorial y social más equilibrado puede resolver también mucho problemas económicos y ecológicos.
El desafío es muy amplio y debe hacerse de forma muy cuidadosa, con planes específicos teniendo en cuenta las necesidades locales. Los profesionales digitales pueden ayudar a una transición económica hacia la sotenibilidad, pero ésta debe hacerse apoyándose en los recursos y resolviendo las necesidades locales. Un crecimiento económico estable y sostenible a nivel rural o de pequeñas ciudades, debe descongestionar las grandes urbes, revalorizando socialmente la vida en el campo. Un proceso total, que ha de integrar a todas las personas y a todas las necesidades. Con el apoyo de la nueva economía digital, los trabajos agrícolas y los oficios manuales recuperarán su valor y respetabilidad. Agricultura, ganadería, albañiles, panaderos, fontaneros y trabajadores sociales, oficios que son tan importantes y tan necesarios como los de los profesionales del ámbito digital, médico o educativo.
Integrar el desarrollo territorial en el debate político.
La oportunidad está ahí, las personas quieren cambiar, algunas yéndose al campo, otras quedándoselos en las ciudades. Sería una lastima no aprovechar esos deseos y tendencias positivas que miran hacia el futuro. La pelota está ahora en el tejado de las instituciones públicas y en el debate político. Incluir estas tentativas en los programas electorales sería muy inteligente.
Francia tiene la suerte de poder abrir el debate a escala nacional sin los problemas del regionalismo o nacionalismo periférico que son intrínsecos a otros países. Sin embargo, el debate político de las elecciones en Francia es tan bajo como el del resto de los países de la Unión. Europa y el mundo necesitan discutir sobre cosas concretas en un debate abierto e inclusivo en lugar de apelar a la pasión y los mas bajos instintos o el nacionalismo que sólo encuentra enemigos cómodos. La decisión pertenece a los políticos y a los ciudadanos, pero la oportunidad está ahí.